La guerra y la política fueron dos fenómenos que estuvieron íntimamente ligados durante todo el siglo XIX venezolano. En otras palabras, era en el campo de la guerra donde finalmente se resolvían las diferencias y contradicciones que el sistema político decimonónico no podía resolver al carecer de subsistemas políticos lo suficientemente especializados tales como los partidos políticos, grupos de presión y los medios de comunicación, los cuales funcionaran como mecanismos de canalización de las demandas de la sociedad sobre el sistema político. Asimismo, el estallido de incontables movimientos armados era la expresión de la debilidad estructural de un Estado que no podía establecer un marco legal estable, que no tenía el control de la violencia al adolecer de un ejército nacional, y que ante la ausencia de vías comunicación estaba desconectado del resto del país. En tal sentido, aunque formalmente existía un poder central constituido el mismo tenía que hacer concesiones al poder regional de los caudillos, lo que derivaba en una paz que dependía del voluntarismo político de los caudillos.
En este panorama político altamente inestable los procesos electorales se convirtieron en fenómenos a partir de los cuales se produjeron diversos movimientos impugnadores del sistema político. Es decir, la derrota o el fraude electoral fue la excusa para que los caudillos se alzaran en contra del poder establecido. En este contexto, la Revolución de Queipa iniciada porJosé Manuel Hernández el 2 de marzo de 1898, fue la confirmación de un binomio que caracterizó la práctica política a fines del siglo XIX venezolano.